Moliendas comunitarias

A veces pareciera que nadie está ajeno a sus poderes, con limón, jengibre, leche, chocolate, fría, caliente o sola, la panela ha sido un alimento esencial en la vida de muchos colombianos.

Pero no todos sabíamos cómo se logra llegar a esta pieza redonda y dura que nos endulza la vida, acompañados de Cristian, “murrapo”, Carlos y Arcángel, lo íbamos a descubrir.

En la reserva hay un trapiche, cuando llegamos estaba en desuso hacía ya varios años, con ideas, encuentros y movimientos empezó a tomar forma,  un día estábamos allí, el trapiche tenía nuevamente sus calderos encendidos, las pailas ansiosas de recibir el dulce liquido, el molino con su estridente sonido anunciaba que ya estaba preparado para empezar a desmenuzar la caña que sería aplastada por rodillos exprimiendo sus jugos.

Historias del pasado se escuchaban en el aire, acompañadas del crujir de la caña y un delicioso olor a sancocho que se mezclaba con la miel. “Echele más caña” “atice el fuego” “vea… ya está en conejo” eran frases que cruzaban el espacio, nos acompañaron unos sabedores de la panela, que nos contaron de la importancia del orden y el tiempo en el proceso, ellos y todo lo que allí pasaba, estaba transformando este punto de encuentro que nos convocaba a la vereda La Linda.

Dos horas después los moldes dejaban caer esa pieza redonda que todos llevaríamos a casa como el premio y el recuerdo de ese gran día.

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